En un encuentro de alto perfil celebrado en Santiago de Chile, líderes de América Latina y otras regiones afines al pensamiento progresista se congregaron para discutir los desafíos actuales del orden internacional, reafirmar su compromiso con el multilateralismo y promover una visión común frente al avance de proyectos políticos conservadores y nacionalistas.
La cumbre, que tuvo lugar en la capital chilena, fue impulsada por gobiernos de corte progresista y reunió a mandatarios, cancilleres y figuras políticas destacadas de América del Sur, Europa y otras latitudes. El foco principal fue abordar las tensiones globales actuales, con especial énfasis en el fortalecimiento de los mecanismos de cooperación internacional frente a un escenario mundial marcado por la fragmentación geopolítica, las amenazas al medio ambiente y la desigualdad económica.
Durante la apertura del evento, se subrayó la necesidad de una mayor integración regional como herramienta para responder de forma coordinada a los desafíos del siglo XXI. La defensa del sistema multilateral, la promoción de la democracia, los derechos humanos, el respeto a la soberanía de los pueblos y el impulso a una agenda de desarrollo sostenible fueron algunos de los principios que orientaron las intervenciones.
Uno de los asuntos más debatidos fue el menguante avance de la estructura multilateral, especialmente en entidades como Naciones Unidas, la Organización Mundial del Comercio y otros foros de gobernanza mundial. Se subrayó que, frente a la presión de potencias que favorecen la lógica unilateral y los intereses nacionales, las naciones del Sur global deben formar coaliciones firmes para asegurar una representación propia y evitar quedar fuera de las decisiones estratégicas.
La agenda también puso un enfoque importante en la situación de América Latina. Los participantes estuvieron de acuerdo en que la región se encuentra en un momento de conflicto ideológico, en el cual iniciativas de carácter autoritario o conservador buscan detener el progreso social logrado en décadas recientes. En este marco, se subrayó la importancia de reforzar los procesos democráticos, luchar contra la desinformación y mantener los logros en términos de justicia social, inclusión y derechos laborales.
Aunque el espíritu general del encuentro fue de unidad, no faltaron los roces diplomáticos que reflejan diferencias políticas y personales entre algunos mandatarios. Una mención indirecta al expresidente estadounidense Donald Trump generó reacciones dispares, sobre todo en relación con su posible regreso al poder y el impacto que ello tendría en la política hemisférica. Algunos líderes aprovecharon para reiterar su rechazo a posturas proteccionistas y nacionalistas, mientras otros optaron por una posición más cautelosa.
También hubo espacio para abordar la necesidad de una transición energética justa, la lucha contra el cambio climático y la importancia de promover tecnologías limpias sin reproducir patrones de dependencia. Se discutió la urgencia de repensar el modelo de desarrollo para que sea socialmente inclusivo y ambientalmente sostenible. En este sentido, se resaltó el papel estratégico de América Latina como proveedor de recursos clave, pero también como actor con capacidad de liderazgo en temas ambientales.
La reunión finalizó con una declaración conjunta que reafirma el compromiso de los participantes con el diálogo multilateral, la defensa de la paz y el rechazo a toda forma de intervención extranjera. Además, se acordó avanzar en la creación de espacios permanentes de articulación política y técnica entre gobiernos progresistas, a fin de coordinar posiciones comunes en foros internacionales y consolidar una voz regional frente a los desafíos globales.
Este evento respalda una tendencia actual en América Latina: el esfuerzo por lograr una mayor independencia estratégica y el incremento del valor de la cooperación entre los países del Sur. En un contexto mundial cada vez más multipolar, el reto para los gobiernos progresistas será transformar estas muestras de unidad política en acciones tangibles que favorezcan a sus ciudadanos y refuercen la estabilidad democrática. La reunión en Santiago, a pesar de las disparidades internas, fue un avance en esa ruta.